Felices los pobres

Situación

La Campaña de Manos Unidas de este año lleva por lema: “Nuestra indiferencia los condena al olvido”. La campaña tiene por objetivo “evitar que el muro de la indiferencia y la desigualdad condenen al olvido a más de mil millones de personas empobrecidas y hambrientas ante las que nunca debemos volver la espalda”.
Desgraciadamente, dice Manos Unidas, “las cifras esconden rostros de seres humanos que no tenemos tiempo ni de mirar ni de tener presentes. Vivimos en una sociedad marcada por el individualismo en la que la desigualdad nos parece algo normal”.

Me pregunto:
¿La pobreza de los otros me da igual?, ¿Me he acostumbrado a ver gente necesitada a mi alrededor?, ¿Puedo decir que la indiferencia me ha alcanzado? En su primera exhortación el papa Francisco afirmaba: “hay que decir sin rodeos que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres; nunca los dejemos solos”. Las Bienaventuranzas que escuchamos en este domingo se concentran en la opción por los pobres.

Evangelio

Lc 6, 17. 20-26

 

Jesús bajó con ellos y se detuvo en un lugar llano. Había allí un grupo impresionante de discípulos suyos y una cantidad de gente procedente de toda Judea y de Jerusalén, y también de la costa de Tiro y de Sidón. Habían venido para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades”. “El, entonces, levantó los ojos hacia sus discípulos y les dijo :«Felices ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Felices ustedes, los que lloran, porque reirán. Felices ustedes, si los hombres los odian, los expulsan, los insultan y los consideran unos delincuentes a causa del Hijo del Hombre. Alégrense en ese momento y llénense de gozo, porque les espera una recompensa grande en el cielo. Recuerden que de esa manera trataron también a los profetas en tiempos de sus padres. Pero ¡pobres de ustedes, los ricos, porque tienen ya su consuelo! ¡Pobres de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque después tendrán hambre! ¡Pobres de ustedes, los que ahora ríen, porque van a llorar de pena! ¡Pobres de ustedes, cuando todos hablen bien de ustedes, porque de esa misma manera trataron a los falsos profetas en tiempos de sus antepasados!

Reflexión

El discurso de las bienaventuranzas lo encontramos tanto en Mateo como en Lucas, y aunque ambos se complementan, cada uno tiene su propio enfoque. Mateo habla de los “pobres en espíritu” y recuerda disposiciones espirituales del discípulo. Mientras que Lucas se dirige a las comunidades pobres, y se refiere a las situaciones difíciles que viven los excluidos. En este domingo se lee la versión lucana.
Lucas contextualiza el sermón de las bienaventuranzas no en un lugar de culto, sino en una llanura, al descampado, donde se vive, donde se sufre. No habla de pobres y ricos, sino que se dirige a ellos. Les dice felices a los excluidos y se lamenta de los ricos.

Según Lucas, no es en la riqueza donde encontramos a Dios sino poniéndonos al lado de los pobres. La opción por los pobres lleva consigo la opción por el cuidado de la Creación, porque «Tanto la experiencia común de la vida ordinaria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre» (LS 48). De la encíclica Laudato Si’ tomamos algunos ejemplos: el calentamiento climático les afecta más a los pobres porque a una mayoría les implica emigrar, con la consiguiente «gran incertidumbre por el futuro de sus vidas y de sus hijos» (LS 25).

La contaminación tiene efectos sobre la salud, provoca millones de muertes prematuras, especialmente entre los más pobres, (cf. LS 20). La disponibilidad y calidad del agua es un problema serio, en los pobres es un factor de sufrimiento y de mortalidad infantil (cf. LS 29). La injusta distribución de los alimentos trae consigo hambruna, desnutrición y muerte: «sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen, y “el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre”» (LS  50). Si “las bienaventuranzas son como el carnet de identidad del cristiano” (DC 83), no ha de ser extraño que hagamos opción por el pobre y al mismo tiempo cuidemos de los bienes naturales comunes. Podemos pensar en el agua, los alimentos, las fuentes de energía, “¿Las derrochamos, las ahorramos? ¿Nos comportamos como “ricos” insolidarios? Hoy las palabras de Jesús podrían sonar así: “¡Ay de los ricos… en agua, energía, electricidad, calor…!” Las bienaventuranzas hoy, nos recuerdan la responsabilidad de “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49).

¿A qué me siento comprometido/a? ¿Cómo puedo vivir la solidaridad ecológica?

Oración

“Dios de los pobres, ayúdanos a rescatar a los abandonados y olvidados de esta tierra que tanto valen a tus ojos. Sana nuestras vidas, para que seamos protectores del mundo y no depredadores, para que sembremos hermosura y no contaminación y destrucción”.
(Oración Laudato Si’)

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Hna. Lic. Gladys de la Cruz HCJC –  P. Dr.  Saju George SVD

 

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