La Hna. María Guadalupe Gallegos Franco vivió una vida intensa de oración que la hizo descubrir al Dios presente en lo cotidiano de la vida diaria, en la naturaleza, en todo lo creado, en la vida fraterna, en sí misma, en la Iglesia y en el mundo. También descubrió al Dios ausente en las injusticias, el abuso de poder, la persecución de la Iglesia, las diversas formas de pecado y en las necesidades de sus hermanos, a quienes buscó favorecer y facilitar su encuentro con Dios, a través de sus diversas actividades apostólicas.
Así, su fruto fue madurando en el seguimiento fiel y amoroso a Jesús Crucificado, pues Él la eligió desde pequeña a ser toda suya por medio del amor y del dolor, para que le ayudara a salvar muchas almas. Y el 18 de junio de 1956 la madre Guadalupe Gallegos nació para el cielo, dejando como herencia para la Iglesia una familia religiosa dedicada a la evangelización.