La Navidad es uno de los dos acontecimientos más grande de nuestra historia de salvación, el otro, es la Pascua. La Navidad es una fiesta que favorece el encuentro familiar, tiempo propicio para retomar nuestra vida, mirar hacia atrás y ver cómo hemos vivido en relación con nosotros mismos, con los demás, con Dios y con nuestro entorno.

El acontecimiento del nacimiento del Hijo de Dios es también la ocasión para fortalecer nuestra vivencia comunitaria, reestablecer relaciones, perdonar y celebrar juntos la fe que nos une. El Papa Francisco constantemente nos invita a que ¡No nos dejemos robar la comunidad! Pues cada vez crece más la cultura individualista que no permite relaciones profundas, mientras que el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con la presencia física que interpela, con el dolor y reclamos del hermano, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura (EG 88).

Precisamente buscando crecer en esta comunión y fraternidad la Iglesia universal es convocada en Sínodo, cuyo título es “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Este proceso de revisión, reflexión y búsqueda de caminos hacia una Iglesia más fraterna y evangélica dio inicio solemnemente el 9 de octubre del 2021 y finalizará el mes de octubre del 2023.  Deseando que este tiempo previo a la Navidad sea un tiempo de gracia, pedimos al Señor que nos renueve en el don de la fraternidad. Con este deseo proponemos estas reflexiones acentuando las actitudes necesarias que nos prepararen a este gran acontecimiento eclesial, para así poder expresar la alegría de ser sus discípulos misioneros que caminan juntos construyendo un mundo mejor.

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