En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo
Situación
Llama la atención que algunos sectores católicos cuestionan el discurso del papa Francisco poniendo en entredicho su nivel teológico. Tienen prejuicio con el origen sudamericano del papa y su formación forjada en el contexto de la “teología del pueblo”. El caso del papa da pie para comentar el daño que hacemos o la riqueza que perdemos cuando nos dejamos llevar por nuestros
prejuicios hacia otras personas. En muchos casos el título o la posición económica definen la confianza, trato o aceptación de lo que el otro nos aporta.
Podemos preguntarnos:
¿Mi grado de aceptación al aporte de los otros es libre de prejuicios de raza, origen, religión, nivel económico o de estudios?
Este domingo el evangelio nos habla de prejuicios y de rechazo, también de amor e inclusión.
Evangelio
Lc 4, 21-30
Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?». Pero Jesús les dijo: «Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Reflexión
El discurso iniciado por Jesús en el Evangelio que leímos el domingo pasado continúa este domingo. Sus palabras, expresadas en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, causa controversia en sus oyentes: por un lado, suscitan admiración y por otro rechazo. Sus paisanos lo cuestionan por sus orígenes ¿“no es este el hijo de José? El escepticismo se basa primeramente en la familiaridad. Jesús era uno de ellos, no venía investido de un título rabínico. Ni provenía de una ciudad importante, sino de Nazaret, un pequeño pueblo insignificante situado en la región de Galilea, al norte de Israel. El Antiguo Testamento poco lo menciona. En tiempos de José y María tenía pocos habitantes, la mayoría se dedicaba a la agricultura y algunos otros, a la artesanía.
Jesús experimentó el rechazo colectivo en su propio pueblo, si bien por la familiaridad de sus vecinos, -los pueblos vecinos, que no tenían prejuicios, creen en Jesús (Cf. Mt 9,27- 34)-. Sin embargo, el rechazo está centrado en el anuncio de la gracia que Jesús hace para todos los hombres, en el que se incluyen los paganos. Algunos exégetas explican este escándalo debido a que Jesús omite deliberadamente algunas palabras del texto original de Isaías (cf. Is 61, 1-2) y en su lectura no menciona las palabras referidas a la ira de Dios contra los paganos. Y, además, completa su explicación poniendo de modelo a dos paganos: la viuda de Sarepta y Naamán el sirio. Con Jesús llega el tiempo de la gracia: ya no se podrá pensar más en la ira de Dios. Dios nos ama, Jesús nos lo demuestra sin poner condiciones, no excluye ni rechaza, si tiene que hacer opción lo hará por los pobres, los oprimidos y en este caso concreto, por los paganos. Por lo tanto, los que escuchan a Jesús, sus discípulos, serán hombres y mujeres libres de prejuicios, con un marcado sentido de inclusión y de diálogo constructor.
Hoy el Evangelio plantea decidirnos: entre ser profetas de la gracia y del amor o de la turba de la ira y la exclusión. En este sentido, la crisis ambiental que vivimos es una oportunidad valiosa para que los cristianos ante el futuro que estamos construyendo, nos dejemos de prejuicios y dialoguemos con otras personas y colectivos, creyentes o increyentes. Porque la solución al problema socioambiental nos interesa y nos impactan a todos los habitantes de este planeta (cf. Laudato Si’14). Pero para dar este paso, urgente y necesario, es preciso salir del círculo “negacionista” y dar crédito a esta emergencia ambiental. La insensibilidad a la crisis ecológica mundial, a nuestro entender, también tiene mucho que ver con la costumbre y la familiaridad de lo que pasa a nuestro alrededor sin afectarnos directamente. Por eso la encíclica Laudato Si´ nos exhorta a ver y analizar lo que está pasando en nuestra Casa Común (Capítulos 1 y 2).
Ser conscientes del descuido que hemos tenido del regalo que Dios nos confió, como lo es la Creación, nos ha de remover desde dentro para unirnos a otras voces, que, sin ser creyentes o cristianos, se han comprometido en la salvaguarda de nuestro mundo. Necesitamos romper nuestra conciencia aislada, autoreferencial y excluyente. Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad. (cf. LS 208).
Como seguidor de Cristo, ¿Me siento invitado a dejar mis prejuicios en la búsqueda de soluciones al problema
ambiental?, ¿considero que el “negacionismo” del problema ambiental es una actitud que debo superar?
Oración
Señor, aumenta nuestra fe y la capacidad de contemplarte en la Creación, obra tuya. Gracias por todo lo que nos das de ella: alimento, agua, aire, etc. Haznos fieles en cuidarla y respetarla.
Como discípulo tuyo he de ser palabra de gracia, de buena noticia y de integración en un mundo fragmentado por la injusticia y la desigualdad.
Como un seguidor tuyo quiero encontrar en el bien común ocasión para dialogar, integrar y unir esfuerzos para transformar el mundo en un compromiso ecológico. Amén.
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Hna. Lic. Gladys de la Cruz HCJC – P. Dr. Saju George SVD
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