El Espíritu del Señor está sobre mí
Situación
Este domingo 23 de enero, la Iglesia celebra el Domingo de la Palabra de Dios. El papa Francisco, estableció, el 30 de septiembre de 2019, que «el tercer domingo del tiempo ordinario se dedique a la celebración, reflexión y difusión de la Palabra de Dios». La Jornada es un momento propicio para recordarnos a los cristianos el valor de la Palabra en nuestras vidas.
“Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo”, escribió San Jerónimo. También es una llamada de atención “para no dejar la Biblia como uno de los muchos libros en el estante de casa, quizás lleno de polvo, sino como un instrumento que despierte
nuestra fe” (R. Fisichella).
Podemos preguntarnos: En mi vida cotidiana, ¿me alimento de la Palabra de Dios? ¿Puedo decir que la Palabra es “luz para mis pasos”? ¿Mis decisiones, como discípulo de Jesús, son iluminadas por sus enseñanzas?
En el Evangelio de este domingo, Jesús, “Palabra de Dios”, nos muestra el camino gozoso y liberador de la salvación.
Escuchémoslo.
Evangelio
Lc 1, 1-4;4, 14 -21
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, ilustre Teófilo, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír»
Reflexión
Al inicio del Evangelio, Lucas presenta su obra y la razón del porqué la escribe: dar a conocer la solidez de la enseñanza recibida. El evangelista aclara que no es un testigo directo, son otros “servidores de la palabra” los que la han transmitido y ha llegado hasta él. El autor es, pues, un cristiano de segunda o tercera generación que tiene por interés, no escribir una “biografía de Jesús”, sino transmitir “la Buena Noticia de Jesús”; donde los beneficiarios primeros de este mensaje liberador son los pobres, los excluidos, los que sufren opresión. El fin que el evangelista persigue nos lleva a valorar y a tener fe y confianza en las enseñanzas que recibimos de esta Palabra, así como a la responsabilidad de profundizarlas y transmitirlas. Hoy a nosotros se nos pide ser “servidores de esta Palabra” y comunicarla, pero no como un relato más, anacrónico e incomprensible, sino como lo que es: un anuncio nuevo para nuestro tiempo.
Por eso, en este nuestro tiempo, los cristianos comprendemos que esta Palabra liberadora puede entrar con toda su fuerza también en nuestro compromiso por el cuidado de la creación y del más débil. La “sabiduría de los relatos bíblicos”, dice la encíclica Laudato Si’, ofrece una visión alternativa al modelo antropocéntrico imperante. “Si una mala comprensión de nuestros propios principios a veces nos ha llevado a justificar el maltrato a la naturaleza o el dominio despótico del ser humano sobre lo creado o las guerras, la injusticia y la violencia, los creyentes podemos reconocer que de esa manera hemos sido infieles al tesoro de sabiduría que debíamos custodiar” (LS 200). Y otro número, en esta misma línea que no podemos dejar de considerar, es el 68: “Esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser humano, dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo, porque «él lo ordenó y fueron creados, él los fijó para siempre, por los siglos, y les dio una ley que nunca pasará» (Sal 148,5b-6). De ahí que la legislación bíblica se detenga a proponerle al ser humano varias normas, no sólo en relación con los demás seres humanos, sino también en relación con los demás seres vivos: «Si ves caído en el camino el asno o el buey de tu hermano, no te desentenderás de ellos […] Cuando encuentres en el camino un nido de ave en un árbol o sobre la tierra, y esté la madre echada sobre los pichones o sobre los huevos, no tomarás a la madre con los hijos» (Dt 22,4.6). En esta línea, el descanso del séptimo día no se propone sólo para el ser humano, sino también «para que reposen tu buey y tu asno» (Ex 23,12). De este modo advertimos que la Biblia no da lugar a un antropocentrismo despótico que se desentienda de las demás criaturas”.
Así, también se advierte que, si bien Lucas ha investigado diligentemente para plasmar su obra, la fuerza de su interés se centra en Jesús, quien anuncia el programa de su misión con el texto de Isaías. Los pobres y los excluidos son el programa de su vida. Opta preferencialmente por ellos, pero la libertad que anuncia es para todo el mundo. También la Tierra necesita ser liberada hoy. La Buena Nueva llega también a la creación entera. Esto nos implica comprender una relación de reciprocidad responsable entre nosotros y la naturaleza (Laudato Si’ 67). Es justicia y solidaridad (Fratelli Tutti 11), el desafío.
En esta jornada del “Domingo de la Palabra”, los cristianos nos sentimos llamados a valorar la fuente de la Palabra, donde alimentamos nuestras convicciones creyentes en relación con el cuidado y el respeto de la creación y con nuestros hermanos más pobres.
Como discípulo de Jesús puedo preguntarme: ¿mi programa de vida tiene que ver con la vida y misión de Jesús?, ¿tiene rasgos de liberación, de justicia, de cuidado, de solidaridad?, ¿incluye el cuidado de los más pobres y de la Creación?
Oración
“Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo; tu fidelidad, de generación en generación; fundaste la tierra y permanece; por tu mandamiento subsisten hasta hoy, porque todo está a tu servicio. Si tu ley no fuera mi delicia, ya habría perecido en mi desgracia; jamás olvidaré tus mandatos, pues con ellos me diste vida” (Sal 199, 89-93)
«Respetar y cuidar, la Casa Común, es una nueva manera de amar a Dios»
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Hna. Lic. Gladys de la Cruz HCJC – P. Dr. Saju George SVD
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