El Don Recibido Fusión de Ideales.
El amor de Dios se hizo presente en la vida de la Iglesia al elegir y llamar a dos de sus hijos para confiarles una misión muy grande: fundar una Congregación religiosa con el Carisma del amor a Jesús Crucificado, para ser sus testigos por medio de su vida consagrada y la evangelización y catequesis.
La señorita Ma. Guadalupe Gallegos Franco y el Padre Juan Nepomuceno Guzmán Hernández se conocieron en Tepatitlán, Jal. en diciembre de 1919, en aquella significativa confesión, donde ella es invitada por él, a correr unas “carreras hacia la santidad” y a partir de ahí dará inicio una progresiva fusión de ideales:
Su amor a Jesús Crucificado y su audaz y alegre entrega al Evangelio, para llevar la salvación a todas las gentes
a través de una nueva Fundación Religiosa en la Iglesia.
En el diario espiritual de la señorita Guadalupe Gallegos encontramos que su “alma escuchó estas divinas palabras: …tienes que ser Madre de una generación grande de almas, esto es una manifestación brillante de mis infinitas misericordias en muchas almas” (E. MGGF 22). Y en otros momentos Jesús Crucificado la consuela confirmándole su voluntad, así leemos: “Me dijo mi Señor Jesucristo: ‘Hija mía y apóstol, no temas. Yo estaré contigo en todas las cosas. Yo, mírame -y lo contemplé hecho todo un oprobio- soy tu convento ahora y siempre, tu voluntad, tu ambición; y todo el mundo tu campo de acción; mis obras brillarán eternamente aunque los hombres las desprecien’. Dejando mi alma en completa paz” (E. MGGF 23).
Jesús le reveló que junto con el Padre Juan Guzmán llevaría a cabo la Fundación: “Dijo mi Jesús: ‘Di pronto y todo lo que por tu alma ha pasado, al que te dirige. Mira que yo me valgo de tu miseria para que se cumpla en él y en ti mi voluntad’ ” (E. MGGF 44). La presencia del Padre Juan en la vida de la señorita Guadalupe Gallegos no solamente fue un medio clave, sino determinante, para hacer lo que Dios le pedía porque vivió con la convicción de que obedeciéndolo, obedecía a Dios (Cfr. C.MGGF. 50).
Como Fundador, el padre Juan confío en que la Providencia llevaba la Obra “Fuerte y Suavemente”. Al trasladarse a Culiacán, Sin. para tramitar el asunto de la Fundación, -ya que en Guadalajara se veía casi imposible que sucediera- en una carta le expresa a la señorita Lupe Gallegos: “Dios quiera ayudarme para los asuntos que me está confiando… yo no pierdo la esperanza; Dios tiene que disponer las cosas… mientras tanto oración, mucha oración y sacrificios para que Dios nos ayude con su gracia y podamos llegar a lo que nos hemos propuesto… ¿Qué irá a hacer Dios de nosotros? Pongámonos confiadamente en sus manos, incondicionalmente” (C.JNGH 50). Así mismo confía en la intercesión de la Santísima Virgen María: “Tengo muchísima confianza en que si Dios Nuestro Señor, lo quiere, la Santísima Virgen tiene que hacer que pronto se arregle todo” (C. JNGH 51).
Nuestros Fundadores se pusieron incondicionalmente en las manos de Dios, en un proceso pedagógico de años, que finalmente concluiría con la aprobación de nuestra familia religiosa en la Iglesia.