Nosotras nacimos en la Iglesia cuando fuimos aprobadas hace 52 años, el 19 de marzo de 1962.
A ellos Dios les concedió el don de experimentar el misterio de Jesús Crucificado y a partir de esta experiencia respondieron a las necesidades de la Iglesia en su tiempo, mediante el ministerio de la Evangelización y Catequesis.
Como sucede en las Congregaciones Religiosas, los Fundadores son depositarios de un CARISMA que se va definiendo, perfilando y finalmente, es aprobado por la Iglesia.
Nuestro Carisma es:
SER TESTIGOS DE CRISTO CRUCIFICADO POR NUESTRA VIDA CONSAGRADA Y LA EVANGELIZACIÓN Y CATEQUESIS.
Y nuestra Espiritualidad:
IDENTIFICARNOS CON CRISTO CRUCIFICADO SACERDOTE Y PROFETA, viviendo el misterio pascual en la entrega abnegada de la vida diaria, en una entrega total a Dios como María al pie de la cruz y en un compromiso comunitario de fraternidad.
Esto que acabas de leer es por lo que existimos en la Iglesia. Sin este fundamento, nuestra misión en el mundo no tendría sentido.
¡Qué gran tesoro nos ha confiado Dios! ¡Somos conscientes de ser vasijas de barro!
La experiencia de contemplar a Jesús Crucificado nos lleva a vivir para Evangelizar
Por ello, con alegría e impulsadas por el Espíritu Santo, estamos dispuestas a ser enviadas a anunciar la Buena Nueva y acompañar los procesos de maduración y compromiso de la fe, en todas las edades y lugares.
Nuestra misión la realizamos en los ambientes más necesitados del anuncio del evangelio: en regiones indígenas, campesinas, zonas marginadas, obreras y periféricas; en aquellos pueblos que aún no conocen el Evangelio de Jesucristo.
Con la propia vida estamos llamadas a ser testigos del amor del Padre que nos ha entregado a su Hijo hasta la muerte y muerte de cruz. Nuestra tarea es extender el Reino de Dios en el mundo. Trabajamos en la formación de agentes, la catequesis en todos sus niveles, la pastoral juvenil y vocacional; la liturgia, crecimiento espiritual, coros, pastoral familiar, pastoral de migrantes; en la elaboración de materiales y recursos didácticos para la catequesis. Estamos insertas en la vida de los pueblos, parroquias y diócesis.
Resumiendo, somos mujeres consagradas que sabiéndonos amadas hasta el extremo por Dios, intentamos con nuestra vida vivir el Misterio Pascual de Jesús, amando y sirviendo a la Iglesia y al mundo en donde estamos, fortalecidas con la Eucaristía y acompañadas de María.